CDL Madrid

Comparte:

Juego de luces, de María Luis García Díaz

“Somos lo que estudiamos ”

María Luisa García Díaz es licenciada en Filosofía. Posee un doctorado en Filosofía Moral y Política y es especialista universitario en DDHH. Su desarrollo profesional ha estado vinculado a la educación de adultos y a la publicación de trabajos destinados a divulgar la Historia de forma divertida y amena. Ha publicado Utopía de la nueva compasión, ensayo sobre ecología y ética animal (1ª y 2ª edición) y Tratado de incompletud, poemario de estilo posmodernista que presentó en el salón de actos del Colegio recientemente. En Juego de luces, su último libro, apuesta por la narrativa de relatos breves.

Nos presenta esta vez cinco relatos muy diferentes, al menos en cuanto a su temática. Pero ¿cuál ha sido el hilo conductor para publicarlos unidos en un volumen?

Efectivamente, son cinco relatos muy dispares a primera vista. Aunque en todos subyace la idea de que los cambios de la realidad que nos envuelve (cual juego de luces) generan  problemas y equívocos. De este modo, el hilo conductor podría ser la desesperación de unos personajes por existir en un mundo en permanente cambio, además de la preocupación medioambiental.

Se trasluce en la lectura una sensibilidad a flor de piel y una observación profunda de la realidad. ¿Qué aporta la reflexión en un mundo líquido y precipitado como el que vivimos? ¿Se puede sobrevivir?

 El pensamiento -la reflexión- debe convertirse en la esperanza para sobrevivir en un mundo líquido y vertiginoso, donde no hay valores universales y todo es de usar y tirar. A este respecto, la educación representa la mejor utopía y, sobre todo, el antídoto para evitar la evaporación de nuestra esencia humana. Asimismo, una forma de proteger la salud mental ante la ausencia de sentido.

Hay en todos los relatos un principio de compasión, de amor a los demás, que guía también su vida diaria. Desde su trayectoria profesional ¿qué le ha aportado esa forma de entender las relaciones con los demás, quizá con los alumnos?

 Así es: el principio de compasión ha sido (y es) un faro en mi vida. La empatía me impide ser inmune al dolor ajeno y, en este sentido, por los muchos años que estuve dando clases en un CEPA de Obra Social en Vallecas, puedo decir como el teólogo Pedro Casaldáliga: “Tengo el corazón lleno de nombres”.

Detrás de cada texto florece un conocimiento de la Historia y especialmente de la Filosofía. Pero en cada relato, los principios filosóficos y morales de los grandes teóricos parecen bajar del pedestal para acercarse al lector común.

 Agradezco mucho estas palabras y, por supuesto, todo el apoyo. Cierto es que, en tiempos de posverdad, necesitamos la Filosofía y las Humanidades en general más que nunca. Pero no solo desde un “afuera” especulativo, también como praxis que nos oriente para vivir en estas contemporáneas sociedades movedizas y líquidas. En efecto, los grandes teóricos siguen vivos y deben salir a la calle; y esta sabiduría se debe dar a conocer con lenguaje asequible y cercano.

Señala en uno de sus relatos “Nada más humano que el deseo de trascender con el pensamiento y crear el paraíso en la Tierra”. O “Vemos las cosas no como son, sino como somos y, sobre todo, como estamos”. ¿Cree que los alumnos actuales están preparados para entender este tipo de reflexiones, habida cuenta de las limitaciones que la materia de Filosofía tiene en el plan de estudios?

Justo en esas frases se manifiesta la impronta del pensamiento utópico de Bloch y de la gnoseología kantiana. Al fin y al cabo, somos lo que estudiamos. Pero si se limitan las horas de Filosofía, el problema será que los alumnos carecerán de lo que los griegos clásicos llamaban el to kritérion, es decir, la facultad de juzgar, siendo susceptibles al adoctrinamiento y al pensamiento único, propio de las sociedades totalitarias y orwellianas. En último término, sería una traición a los ideales de la Ilustración (Sapere aude), ya que nadie pensaría por sí mismo, y la sociedad del futuro no estaría compuesta por ciudadanos libres e iguales, sino por una ingente masa acrítica.

Aurora Campuzano