CDL Madrid

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No de esta forma, no a costa de tanto

Editorial de la revista del mes de Junio de 2021

En estas últimas semanas de junio, todos los que trabajamos en los colegios e institutos estamos centrados en las tareas de cierre de un curso complicado, que ha supuesto un verdadero reto. Un curso en el que el profesorado y los equipos directivos han demostrado responsabilidad, entrega, vocación y profesionalidad, haciendo posible una realidad que a finales de agosto y septiembre de 2020 nadie creía posible: que los centros educativos hayan sido un lugar seguro frente al virus. Algo que no se ha reconocido lo suficiente, pese a que hemos sido uno de los países europeos que menos días lectivos ha tenido cerrados sus centros desde marzo de 2020. Por eso pedimos el Premio Princesa de Asturias para los docentes.

Pero mientras vamos cerrando las carpetas y libros del curso 20-21, todos, docentes y directivos, estamos pensando en el 21-22. Lo hacemos con muchas incertidumbres y dudas que necesitan de decisiones y respuestas responsables por parte de las administraciones, que estén a la altura de quienes lo han dado todo este curso: los docentes de España, de Madrid. Decisiones realistas y valientes sobre las condiciones en las que se iniciará y desarrollará el nuevo curso, ratios alumnado/aula, grado de recuperación de la imprescindible presencialidad en las aulas, protocolos de contingencia, recursos, etcétera.

Sin duda, una de las cuestiones que están alterando y preocupando estos días a claustros y responsables de centros es el Decreto 59/2020, de 29 de julio (BOCM nº 184, de 31 de julio) del Consejo de Gobierno de Madrid. Entre otras cosas, este decreto viene a cambiar las cargas lectivas semanales en ESO de las materias de Educación Física y del catálogo de materias específicas opcionales y de libre configuración autonómica –conocidas como optativas–, entre las que destacan las segundas lenguas extranjeras o los refuerzos de Matemáticas y Lengua, entre otras.

Nadie pone en cuestión lo positivo del aumento en una hora de la Educación Física o que se haya incluido esta materia en la Formación Profesional Básica, por sus beneficios para fortalecer hábitos saludables y combatir el sedentarismo y la obesidad en los adolescentes madrileños. Sin duda un avance necesario. Pero a la vez, es difícil defender que aumentar el número de materias con una única hora de docencia semanal tenga alguna lógica pedagógica. No hay argumentos sólidos y creíbles para defender ante docentes y familias que la reducción a una hora semanal no va a significar impedir el aprendizaje de lenguas extranjeras como el francés o el alemán o amenazar los refuerzos de lengua o matemáticas del alumnado con más dificultades de aprendizaje en estas materias básicas (especialmente en momentos como los actuales).

No se entiende cómo puede mantenerse que con una pérdida de un 50% del horario semanal pueda cumplirse con un currículo que no se ha modificado, que sigue planteando los mismos contenidos y estándares de aprendizaje. El decreto hiere de muerte el aprendizaje de una segunda lengua extranjera y esos refuerzos para alumnos con dificultades, pero además lo hace en un contexto en el que muchas instalaciones deportivas se han convertido en aulas, con lo que el aumento de horario de Educación Física puede no contar con instalaciones disponibles para desarrollarlo. Lo hace, además, en un momento de transición
a una nueva ley, con nuevo currículo y nuevas cargas lectivas. ¿Merece la pena hacerlo en este momento, con tantos riesgos y amenazando los puestos de trabajo de tantos docentes?

Es aún más difícil de entender que lo haga una administración educativa como la madrileña, que con tanto éxito ha desarrollado un programa bilingüe español-inglés, ha ampliado las secciones lingüísticas de francés y alemán, ha implementado proyectos trilingües y aumentado el número de centros que ofertan más de dos lenguas extranjeras y que ha multiplicado los programas Erasmus+, STEM y etwinning, con un gran despliegue de medios humanos, materiales y de formación y acreditación de profesorado y alumnado en Madrid y en el extranjero. ¿Cómo esa misma administración pone en riesgo el aprendizaje de una segunda lengua extranjera?

No merece la pena insistir aquí sobre qué supone para un ciudadano del siglo XXI el conocimiento de cuantas más lenguas mejor. ¿Qué salida proponemos? En primer lugar, confiar y apostar de verdad, y no solo sobre el papel, en la autonomía responsable de los centros y en la toma de decisiones de sus órganos de gobierno, en el que están representados todos los sectores de sus comunidades, para que sean las familias y los docentes los que perfilen sus ofertas educativas en función de lo que demande su alumnado, con libertad y responsabilidad.

En segundo lugar, tomarse tiempo para repensar las alternativas, que las hay, para hacer compatible el aumento horario propuesto con la carga horaria mínima semanal para que la enseñanza y el aprendizaje de cualquier materia sea viable, máxime si se trata de una lengua extranjera. Así lo expresó este Colegio profesional a través del voto particular que presentó en la Comisión Permanente del Consejo Escolar autonómico de la que forma parte frente a este decreto cuando aún era un proyecto (encontrarán este texto en las páginas de este Boletín).

Insistimos en que no se trata de rechazar el aumento de Educación Física, sino de defender las enseñanzas de lenguas como el francés o el alemán o de la viabilidad de refuerzos tan necesarios como los de Lengua o Matemáticas y rechazar el aumento del número de materias con cargas lectivas ridículas, que debilitan el currículo. Apostamos por darnos un curso más para pensar en otras alternativas entre las que puedan optar los centros en función de las demandas y necesidades de sus familias y profesorado.

Finalmente, ¿nos encontramos en el mejor momento para hacer mudanza? Los condicionantes que impulsaron en parte este decreto, ¿siguen presentes o podemos darle otra vuelta y buscar otras alternativas? Las hay y podemos presentarlas.